Dragon Azul: Flores Rojas
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A veces solo busco el desespero de buscarte,
la más mínima esperanza de hallar en ti aquellas cosas que nunca vi,
aquello que moldee sobre la escuálida figura de tu ser,
la poesía anónima que nunca encontró en ti destino,
la esperanza que buscó la belleza en una flor marchita por tú desdén.
---623 E---
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_Baranoa_
_Candelaria_
_Mesa de los Santos_
Como quisiera respirarte una vez mas, llenar mis pulmones de tu tibia y mortal esencia.
Explorando largos y oscuros túneles bajo la séptima y la octava, inicio mi fantasía por merodear Bogotá.....
Había olvidado como luce el centro de Bogotá cuando se camina, como puedes detenerte a ver los grises cerros matizados del lila del atardecer y de la magia especial de la añoranza de aquellos días en que mochila al hombro y cabello a la cintura deambulaba por aquellas calles. Que bueno es trastabillar por allí sin preocupación, ni destino, con el solo objetivo de redescubrir bogota y talvez añorando redescubrirse con ella.
Caras de muchos colores y expresiones, pasos de cadencia indefinida, arquitecturas y formas desentrañadas de la memoria, olores, muchos olores, de los cuales alcanzo a separar uno que en especial, se hace recurrente y de cierta forma en mi inconsciente torturante hasta el punto de llevarme a pensar, “quiero un café”, en este punto mi fantasía se rompió y pudo mas el vicio, así que ya no deambulaba sin destino, ahora había una meta en mi, tenia que ir a Juan Valdez, por un expreso doppio, por supuesto no solo tome uno.
¿Que tan mágico puede ser un café?, ni idea, pero una circunstancia me transporto a las historias que reiterativamente escucho de aquellos que poseen orgullosos cabellos plata, acerca de cómo cuando no existían los métodos de comunicación de los que hoy somos “privilegiados” encontrarse en el centro a tomar un café, siempre era una buena opción social y talvez un método para fomentar la amistad, y así pues, como en la Bogotá de los abuelos, encontré una cara amiga alrededor de mi café y que mas podíamos hacer sino ir a uno de esos renombrados antros del centro donde un par de amigos pueden ir a dar lora alrededor de un “chico” de billar...
buena tarde, que como a muchos encerrados en un horario de oficina y en una rutina, nos es difícil vivir
Después de una buena noche de miércoles*; con muchos buenos recuerdos, buenas cervezas y acompañado de “buenas” personas, escuchando buenas canciones que siempre estarán presentes en mi mente, canciones de un grupo al cual estaré longevamente agradecido, interpretadas por algunos “magos” del azar de la Bogotá nocturna, que aunque debo admitir que por un momento me llegue a sentir molesto pues me pareció que mas que un tributo era uno de esos remedos satirizantes, que tanto repudio me provocan... en fin, termino por predominar en mi la “felicidad” de volver al pasado donde otras eran las responsabilidades y expectativas. Una corta pero relajante siesta de la cual no quería despertar y empieza mi fatal rutina, convertido en un autómata me levanto, disfruto de un buen baño y un dulce desayuno, ¿me afeito o no?, obra la cerveza de la noche anterior, dulce guayabo de juerga entre semana, aquel guayabo vale huevista, así que la respuesta es obvia, entro al “orgullo bogotano”, aquel largo bus rojo atiborrado de caras que comienzan a ser familiares, me siento incomodo y trato de ocupar mi mente en alguna de esas de esas largas y banales divagaciones que ocupan la mente de este parroquiano, solo interrumpidas por el hallazgo de un objeto “extraño” (El beso y otros cuentos, Antón Chévoj”) en mi bolsillo, en el cual agoto mi atención, tanto que escasamente me percato de cómo salí del bus y mucho menos de cómo salí de la estación, solo alcance a percibir un brillante día que perturbaba mi lectura, lo cual hizo que retirara mi vista de aquel objeto y levantar la mirada al horizonte, me encontraba en lo alto del puente peatonal de la estación de la 100 mirando al horizonte donde se dibujaban un par de difusas pero bellas franjas amarillas y rojas, pensé que era lo mas bello que había visto en mucho tiempo ...
*siempre me han gustado los miércoles, pero hace mucho no volvían los miércoles a mi vida.